RECETA DE MI HOMBRE

No importa si no es hermoso -la fealdad en el hombre puede despertar ciertos instintos femeninos –pero es esencial que el pecho sea acogedor
y que los brazos ofrezcan la promesa de abrazos apretados y tiernos.
Vello en el cuerpo o no,es cuestión de gustos.
Personalmente los prefiero con poco vello suaves al tacto,y capaces de llenar el olfato con el olor del día a flor de piel.
La cintura que se defina, por favor; que no le sobre, ni le falte,
que no acuse el descuido del dueño, mas que en ciertas épocas permisibles
donde unos kilitos demás,son sólo testimonio de amables libaciones.

Las manos son definitivas, deben saber detener la cabeza de la mujer;ser ágiles como pájaros,capaces de forjar el hierro, la lágrima,de esculpir los intrincados artesonados del placer.
Las piernas también son importantes pero les perdonamos las torceduras,lo tosco, las imperfecciones,si al encontrarnos con la boca vemos una sonrisa en la que podemos confiar y unos ojos que nos aseguren la mañana.
La espalda masculina debe ser extensa como una pradera por donde puedan pasear mis manos,y es fundamental que en las caderas
se alcen dos colinas inequívocas, sólidas,que se nos queden prendidas en la memoria
cuando el hombre se vuelva para marcharse,alejándose en la noche.
La voz que resuene con vibraciones de bajopero que sepa modular.
El hombre, al fin,ese mítico animal que reinventa siglo tras siglo las quimeras que pueblan las obsesiones femeninas,habrá de conservar,-perdida la absoluta hegemonía –todas aquellas cosas, galantes, fuertes, acogedoras,que, a pesar de todos los pesares,lo mantienen sólidamente anclado,en el profundo, incansable mar,
de las hembras.